Oporto, la ciudad de moda
octubre 15
Podrá ser Oporto una de las ciudades más de moda del momento. Podrá.
Lo que no podrá ser, porque nunca será, es que la ciudad más british del país que acunó al escritor más british –y cuatripolar- de la historia mole más que la ciudad de la luz, la de las proféticas siete colinas, la de las aldeas que se convirtieron en barrios, como también ocurrió en Madrid, pero en otra escala.
Porto sigue oliendo a vino, a ciudad colonial y, por favor, mejor no hablar de esse molho. Pero entre azulejos y adoquines no solo transpira la humedad sino también arte y cultura, promovida sobre todo por ardientes universitarios antes da queima das fitas (y no, no estoy hablando de Harry Potter, así que dejad de imaginároslo así).
Visité Porto en diciembre del año pasado. Obviamente, para presenciar un partido de fútbol. Obviamente, no era la Premier League, pero la afición (pa, foda-se pa, cantinela incesante), su arrojo y sí, esse molho, lograron que al menos creyera estar cerca… Al fin y al cabo el Porto FC se creó en 1893, tan solo un año después que el Liverpool (1892) o el Notts County de la ciudad de Nottingham, considerado el club profesional de fútbol más antiguo del mundo.
Dejando de lado o futebol, si viajáis a la desembocadura del río Duero (que en portugués suena más bonito, Douro) recordad que el Aeropuerto Sá Carneiro tiene nombre de Primer Ministro de Portugal (mira, otra similitud con Madrid), aunque solo durara un año, ya que falleció tras un accidente con su avioneta. ¡Y le dedicaron el aeropuerto de su ciudad!
Lo de Sá Carneiro lo digo porque parece que los apellidos portugueses que nos son conocidos pertenecen a literatos… Como si fuéramos el país que más libros devora, en general, y de la literatura lusa, en particular. Sobra la risa y redunda la sorna. Al paso, cabe recordar que en la librería Lello (que sí, coño, la de Harry Potter) no se pueden hacer fotos y creo que últimamente incluso hay que pagar. Debe ser que ya se han cansado de que la gente se cuele sin comprar ni siquiera un recetario sobre las mil formas de cocinar el bacalhau (como hizo servidora, pensando en su señora madre).
Cruzando el puente D. Luís I, levantado en honor a aquel rey de Portugal apodado el Popular(mira, otra similitud con Madrid) y diseñado por Gustave Eiffel, el Santiago Calatrava de la época, se llega a Vila Nova de Gaia, donde se encuentran las famosas bodegas de vino no apto para diabéticos. ATENCIÓN: Nadie ha dicho que ese viaje sea para obsesos de las dietas. Es más, ir a Porto y no comerse, mínimo, tres cuartos de francesinha (esse molho) es como ir a Segovia y no comer cochinillo. No me hagáis sentir vergüenza ajena.
No me quiero despedir sin poneros una canción de mi grupo favorito de Porto, Os Azeitonas, tocando una oda a la británica más ciudad de Portugal, o al revés: Whatever, tanto faz. Llorad.